Stake your claim on the morning sun, I get in the way.
Los días pasan y se suceden sin medida.
Ya no se recorrer calles midiendo pisadas aeronáuticas con visiones alternativas.
La otra noche soñé que me diagnosticaban una enfermedad terminal y escribía una carta que alguien leía en un baño, sentado debajo de la cañería del lavabo, devolviéndome tres años atrás en el tiempo con voces de llamadas silenciosas.
Hace tiempo odiaba el azul; no porque fuera el color de los uniformes sino porque en mi código de la sinestesia era la hidráulica del mutismo. Hace dos semanas alguien no recordaba mi nombre y me llamo la chica de azul y me hizo tanta gracia que creo que tendré que cambiar mi lógica de las proposiciones de colores con sabor acuífero.
Antes creía que la gente, cuando tocaba el arpa, se limaba los dedos para quitarse las impurezas de tocar las cosas que los demás dejaban escondidas y que quemaban mucho. Siempre me imaginaba que cuando alguien rozaba algo se le pegaban pequeñas partículas en las puntas de los dedos y eso hacía que le crecieran más y más y se hacían largos y largos, por eso sólo unos pocos eran capaces de tocar el piano y hacerte llorar.
También me pasaba las noches retorciendo jerseys de lycra, esos nikis tan cutres que, con la luz apagada, provocaban chispas, y pensaba que era lo más parecido a una reacción nuclear en cadena contra la piel de la que nadie se daba cuenta. Jugábamos todo el tiempo a eso con mi hermana, hasta que se nos ponían los pelos de los brazos de punta y las puntas del pelo encrespadas y teníamos que parar para no provocar un incendio con olor a fósil humano de crematorio.
Un día le expliqué a un amigo mio, que era médico, o era médico y amigo, no lo se muy bien, pero le gustaba muchísimo la bossa nova cuando yo la odiaba y me la ponía siempre cuando yo hacía mis ejercicios de espalda y me trajo un lapicero rojo precioso del metropolitan cuando fue con su novia a verlo - justo antes de que su hija maya (que era preciosa, rubia y con los ojos azules) naciera - que yo nunca notaba la punta de mis dedos. Siempre estaban congeladas y me cosquilleaban cuando hacía mucho frío, entonces me explico que existe un síndrome, el síndrome de Raynaud, por el cual los vasos sanguíneos se contraen y no dejan que pase bien la sangre hacia la punta de los dedos de pies y manos, por lo que dejan de tener sensibilidad, así que por mucho que toque un arpa jamás sabré lo que se siente dejando partículas ajenas en mis dedos, que me podrán crecer kilómetros y kilómetros, guardando secretos que jamás nadie conocerá...

Current mood: bluebell dawn
3 Comments:
yo tengo un pijama que hace eso. una vez entró mi madre a la habitación y me preguntó que por qué daba patadas en la cama.
pero es que es taan divertido...
Debería coger la costumbre de escribir cosas así que tanta recopilación de textos ajenos, se echaba de menos. Por cierto, usted tiene demasiada vida como para ser de un único color, es multicolor como sus lindos patucos :p
A lo mejor te sirve un poco de pegamento. Yo es así como me uno a todo. Si no, puedes probar con celo, pero no se consiguen los mismos efectos.
Mis zapatillas se están deshaciendo por su culpa. Se acabó el superglue cuando traté de pegar unos trozos de corazón que tenía por el suelo. Hay que conformarse.
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